martes, 10 de diciembre de 2013

LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA EN NUESTRA SOCIEDAD DE CONSUMO

   

    La obsolescencia programada u obsolescencia planificada consiste en la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo tal que tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto o servicio, éste se convierta en algo no funcional, inútil o inservible. Por tanto, el fin perseguido por la obsolescencia programada es el lucro económico.


    Entre los primeros productos que sufrieron la obsolescencia programada destaca la bombilla.




    En 1881 se puso a la venta la primera bombilla de su inventor, Thomas Edison. Dicha bombilla duraba 1500 horas, unos 75 días.

    La gran cuestión es como y por qué un producto tan necesario para la vida cotidiana como la bombilla, fue una de las primeras víctimas de la obsolescencia programada, viéndose limitada su duración a 1000 horas, 50 días aproximadamente.

    En 1924 se creó el primer Cartel Mundial para controlar la producción de bombillas, así como repartirse el mercado mundial de bombillas (oligopolio).

    El primer nombre que le pusieron al grupo fue “Phoebus S.A.”, que incluía a los principales fabricantes de bombillas de Europa, Estados Unidos y colonias en Asia y África.

    El fin que perseguía Phoebus S.A. era intercambiar patentes, controlar la producción, y sobre todo, controlar al consumidor.

    En aquel entonces, los fabricantes establecían la longevidad de sus bombillas en una media de 2500 horas de vida, 125 días aproximadamente. Sin embargo, Phoebus decidió limitar la duración de las bombillas a 1000 horas, y así en 1925 se creó el “Comité de las 1.000 Horas de Vida” para reducir técnicamente la vida útil de las bombillas. Mediante la Norma de las 1.000 horas, y el control exhaustivo de  los fabricantes para asegurar que la norma se cumpliera (eran multados si sus bombillas duraban más de 1.000 horas) se creó una compleja burocracia.

    Cerca de 1940, Phoebus había cumplido su objetivo, y cualquier bombilla estándar duraba 1000 horas.

    Phoebus siguió una estrategia para que su sistema no fuera descubierto, dicha estrategia consistía en cambiar de nombre, entre ellos, se llamó “Cartel Internacional de Electricidad”, después volvió a cambiar de nombre y así hasta la actualidad, donde el Grupo Phoebus S.A. sigue imponiendo su obsolescencia programada sobre las producciones internacionales, con cualquier otro nombre.

    Consideraban que un artículo que no se desgasta constituía una tragedia para los negocios.

    En 1929 la Crisis de Wall Street frenó en seco la incipiente Sociedad de Consumo, y llevó a EEUU a una profunda recesión económica.


    En Nueva York surgió una propuesta radical para reactivar la Economía. Berdnard London un inversor inmobiliario, sugirió una posible solución a la recesión haciendo obligatoria la Obsolescencia Programada. Propuso que todos los productos tuvieran una fecha de caducidad tras la cual fueran entregados a una agencia del gobierno para su reciclaje. No obstante, la idea de London pasó inadvertida y la Obsolescencia Obligatoria no se hizo una realidad.


    En 1954 Brooks Stevens, diseñador industrial estadounidense, popularizó
 la Obsolescencia Programada en sus charlas y discursos que influyeron de forma relevante en la población. La Obsolescencia resurgió, pero con un giro crucial, ya no se trataba de obligar al consumidor sino de seducirlo, lo que se consideraba Obsolescencia Percibida.

    Diseñó desde electrodomésticos, hasta coches y trenes, contando siempre con la Obsolescencia Percibida. El Diseño y el Marketing seducían al consumidor para que comprara siempre el último modelo.

    “Libertad y Felicidad a través del consumo ilimitado”. El estilo de vida Americano de los años 50 sentó las bases de la sociedad de consumo actual.

    La Obsolescencia Programada constituye una fuente del notable crecimiento que el mundo occidental ha vivido desde los años 50.

    Vivimos en una sociedad en crecimiento, cuya lógica no es crecer para satisfacer las necesidades humanas sino simplemente crecer por crecer. Crecer infinitamente con una producción sin límites. Y para justificarlo, el consumo debe crecer sin límites.

    Los tres pilares fundamentales del crecimiento ilimitado son la Obsolescencia, la Publicidad y Los Créditos.

    En esta generación nuestro papel se limita a pedir créditos para comprar cosas que no siempre necesitamos. 

    El crecimiento ilimitado no es sostenible, ya que contamos con un planeta limitado.

    La Obsolescencia Programada genera un flujo constante de residuos, que acaban en países del Tercer Mundo como Ghana, África.

    Un tratado internacional prohíbe enviar residuos electrónicos al Tercer Mundo, pero los mercaderes usan un simple truco: declararlos productos de segunda mano. Por consecuente, países como Ghana están repletos de vertederos que tapan incluso ríos, convirtiéndose en auténticos basureros del mundo.

    Si las fábricas funcionaran de modo similar a la naturaleza, la propia obsolescencia quedaría obsoleta.

    Cada vez dependemos más de objetos para nuestra identidad y autoestima. La consecuencia de esto es la pérdida de aquello que solía darnos nuestra identidad, como son las relaciones, la vida en comunidad, o los detalles más simples, muchas formas de riqueza han sido suprimidas por el consumismo.




Para más información:

El presente documental explica las bases del consumismo y las consecuencias de éste en el mundo actual.








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